martes, 30 de marzo de 2010

Cannabis y psicosis.

Por Pablo A. Ascolani



La guerra contra las drogas es una de las herramientas del imperio para mantener su influencia político-económica global. Para sostener esta guerra absurda, (y tal vez para evitar que la gente atisbe la dimensión de inclumplimiento y contradicción inherente al sistema), éste ha intentado convencer a la opinión pública de que fumar te vuelve loco. Desde los medios hegemónicos globales algunas veces recibimos como nueva una vieja noticia: existe una relación entre el uso de cannabis y la psicosis. El cannabis no va a volverte loco, pero encontrar la verdad detrás de las noticias sí. Desenredaremos el nudo.



Yo no quiero volverme tan loco.



Históricamente se ha planteado que el cannabis puede causar psicosis. Muy raramente, y en usuarios no habituados, el consumo de cannabis puede producir disforia, paranoia, pánico y otros síntomas semejantes a los de una psicosis florida. Estos efectos adversos se relacionan con el pico plasmático del principal metabolito activo, el 11-OH-THC, y desaparecen junto con la eliminación del organismo.

A pesar de ser ignorada por los medios masivos, la evidencia científica actual termina de evidenciar que no hay una relación causal entre el uso de cannabis y las enfermedades mentales.

El estudio más reciente, realizado por el National Instutes of Mental Health, la Universidad de Yale y varios hospitales estatales del estado de New York, evaluó si existe una conexión causal entre el uso de cannabis y el surgimiento temprano de síntomas de esquizofrenia. Concluye que, teniendo en cuenta las variables clínicas y demográficas, no hay una asociación significativa entre uso de cannabis y surgimiento temprano de esquizofrenia.

Una revisión sistemática de 2009 comparó incidencia y prevalencia de uso de cannabis con la incidencia y prevalencia de psicosis en el Reino Unido de 1996 a 2005. Los investigadores reportaron que la “incidencia y prevalencia de psicosis y esquizofrenia estaba estable o declinando” durante este período, mientras que el uso de cannabis entre la población general se estaba elevando.

Un metanálisis del 2005 reportó que el uso de cannabis moderadamente y a largo plazo “no va a producir daños mentales o físicos (…) A grandes rasgos por comparación con otras drogas usadas principalmente para propósitos `recreativos´, el cannabis puede ser considerado una droga relativamente segura”



La evidencia histórica en relación con el debate de causa-efecto es que no hay una mayor proporción de psicóticos en Canadá, EEUU o Jamaica –donde gran parte de la población consume cannabis- comparados con países como Suiza o Japón donde el consumo es extremadamente bajo. Asimismo en los 60´y 70´donde el cannabis tuvo enorme popularidad no hubo un aumento de este tipo de desórdenes.



¿El huevo o la gallina?



Desde hace años se trata de explicar la conexión epidemiológica existente entre el uso de cannabis y la psicosis, enfermedad cuya etiopatogenia permanece desconocida y combina la alteración somática con la simbólica. Esta conexión puede hallarse en varios aspectos relacionados con la constelación de eventos que configura el entorno de la psicosis y por propiedades farmacológicas probadas del cannabis:

a) factores socioculturales; hay numerosos factores de confusión –pobreza, historia familiar, politoxicomanía y otras comorbilidades; etc.- que relacionan el cannabis con la psicosis. Los pacientes psicóticos usan intoxicantes con más regularidad que el resto, incluyendo tabaco y alcohol, apareciendo la misma relación positiva con otras drogas de abuso. El hecho de tener que conseguir un intoxicante y su consumo gregario puede ser una forma para el paciente de romper con el encapsulamiento y escisión que se produce del sujeto con la realidad en la psicosis, más allá de sus posibles efectos se perciban como placenteros o aversivos.

b) factores farmacológicos; el Cannabidiol es un antipsicótico probado. Desde los años 70 se sabía que el cannabidiol (CBD) ejercía una acción moduladora sobre el THC, el más psicoactivo de los cannabinoides. A principios de los 90 se investigó y confirmó la actividad antipsicótica del cannabidiol en animales. Recientes estudios clínicos y pre-clínicos sugieren que el CBD es un efectivo, seguro y bien tolerado tratamiento alternativo para pacientes esquizofrénicos. Su eficacia sería comparable al haloperidol o la olanzapina, antipsicóticos de uso común. En otro se mostró igual de eficaz que el amisulprid, pero con menor incidencia de efectos secundarios.

La conexión de esta manera se ve reflejada en los efectos paradójicos de acuerdo a la composición THC/CBD; empeorar o mejorar los síntomas, e implica la obvia automedicación que realizaría un paciente psicótico al que el cannabis azarosamente por su composición puede aliviar.

Un estudio realizado en el Hospital Regional de Edmundston de Nuevo Brunswick, Canadá, con 8 hombres con esquizofrenia indicó "que el cannabis se utiliza como medio para satisfacer la necesidad relacionada con la esquizofrenia de relajación, de aumento de la autoestima y de distracción." Se utilizó entrevistas y cuestionarios sociodemográficos analizados con el método fenomenológico de Colaizzi.

Otro estudio evaluó las habilidades congnitivas de los pacientes esquizofrénicos con historia de uso de cannabis comparadas con los pacientes no usuarios. Los autores reportaron que los pacientes que utilizaban cannabis “demostraron significativamente mejor performance en velocidad de proceso, fluidez verbal, aprendizaje verbal y memoria”. También se asociaba a un mejor puntaje GAF (Global Assessment of Functioning). Los autores concluyen que los pacientes esquizofrénicos que usan cannabis representan un subgrupo con funcionamiento mayor.



Zanjando el debate

Una de las razones por las que la producción y venta del cannabis debe ser regulada es para desalentar el uso entre grupos de riesgo. Los menores, las embarazadas, los pacientes con cardiopatías graves y los individuos con antecedentes de psicosis deben evitarla. De todas formas el riesgo que presenta para determinados individuos no justifica la criminalización para todos. Por ejemplo, no podemos prohibir el alcohol porque sea perjudicial para las embarazadas. Obviamente la prohibición hace muy poco por mantener las drogas fuera del alcance de los niños o de los psicóticos, más bien todo lo contrario. Un mercado regulado podría educar mejor a los usuarios de los riesgos potenciales y hacer más efectiva la veda a grupos de riesgo.

Es importante señalar la visionaria opinión de Lester Grinspoon, profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard , que hace ya 13 años sugirió que en estos pacientes resulta difícil saber si el uso de cannabis precipita la psicosis o es una tentativa de autotratamiento de los primeros síntomas. Estos nuevos datos respaldarían la reflexión del Dr. Grinspoon, abriendo una nueva área en la teoría de la esquizofrenia y su tratamiento farmacológico.



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